Sir Ken Robinson, uno de los mayores expertos
internacionales en el desarrollo de la creatividad y la innovación tiene muy claro por
qué dejamos de ser creativos al crecer: “Los niños arriesgan, improvisan, no
tienen miedo a equivocarse; y no es que equivocarse sea igual a creatividad,
pero sí está claro que no puedes innovar si no estás dispuesto a equivocarte, y
los adultos penalizamos el error, lo estigmatizamos en la escuela y en la
educación, y así es como los niños se alejan de sus capacidades
creativas”.
No es el único que lo cree. Cada día son más
las voces que advierten que el sistema educativo, la escuela, mata la
creatividad. Entre ellas la de Petra María Pérez, catedrática de Teoría de la
Educación y miembro del Instituto de Creatividad e Innovaciones Educativas de
la Universidad de Valencia. “Hay numerosas investigaciones que señalan que la
creatividad de los niños decrece con los años de permanencia en el sistema educativo,
de forma que la curiosidad y la búsqueda creativa da paso, con el tiempo, a
comportamientos más rígidos, convergentes e inflexibles”, apunta. Y lo
justifica: “En la escuela se enseña al niño a amoldarse a los patrones
establecidos, a adoptar un pensamiento convergente en lugar de divergente; al
profesor le interesa que los niños contesten lo que se espera acerca de
determinados contenidos y que los estudiantes no se salgan de las rutas
trazadas”.
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La realidad es que todas las personas
(maestros y alumnos incluidos) disponen de los dos hemisferios cerebrales,
pero la mayoría utiliza más uno que otro, y eso hace que cuando un profesor da
unas explicaciones matemáticas o sobre física basadas en el hemisferio
izquierdo, estas resulten de difícil comprensión para aquellas personas con
predominio del hemisferio derecho. ¿Qué quiere esto decir? Que cuando el
maestro pregunta a un niño “¿5 y 7?”, y este responde “57” , quizá ni sea un ignorante
ni esté burlándose del profesor, sino, simplemente, aplicando una lógica
diferente, la de unión en lugar de suma. Alberca explica un caso vivido en
primera persona cuando, ante un problema
matemático que
decía “si hay ocho caracoles en una cesta y salen dos ¿cuántos quedan?”, su
hija contestó: “Ocho”. “En lugar de decir que no tenía ni idea, le pregunté por
qué, y me contestó que dos había salido de la concha pero seguían siendo ocho
en la cesta”, rememora.
Sir Ken Robinson proporciona
otro ejemplo. El de una niña de seis años trabajando en la clase de dibujo a la
que su maestra pregunta: “¿Qué estás dibujando?”, y contesta: “A Dios”; la
maestra le advierte: “¡Pero si nadie sabe cómo es!” y la niña responde: “Lo sabrán
en unos minutos”.
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AQUÍ LES DEJO EL VIDEO: